jueves, 8 de noviembre de 2012

Poli bueno, poli malo

Así es como nos veíamos nosotros antes de ser padres, lo habíamos hablado y lo teníamos claro. Carlos sería el poli bueno y yo el poli malo.
Pero, como en tantas cosas en la crianza y educación de los hijos, estábamos muy equivocados. Al menos, eso es lo que nos ha pasado a nosotros, con la llegada del peque a casa te planteas cosas que dabas por hechas o por sabidas pero que, en el momento de la verdad, sientes que quieres hacerlo diferente. No sabes porqué pero tu instinto te dice que aquello que te parecía tan normal y tan lógico, no lo ves ahora así.
Voy a poner una serie de ejemplos, que posiblemente os parecerán muy normales, o no, tanto si sois padres como si no. Uno podría ser el colecho; yo tenía clarísimo que cuando tuviera un hijo dormiría, primero en su cuna y luego en su cama. Qué es eso de dormir con los padres en la cama, madre mía! Que incómodo! Y que miedo, y si lo chafo??? Vamos que ni lo planteábamos. Entonces llega un pequeño retoño a tu vida que duerme en un bonito moisés a tu lado y que tiene una preciosa cuna preparada en su habitación para cuando llegue el momento, pero claro, quién contaba con los despertares nocturnos? Con la lactancia a demanda? Con la acumulación de cansancio... Pero no, si lo meto en la cama con nosotros se acostumbrará, no puede ser! Pero necesito dormir! Y si lo pongo un rato? Mañana no querrá la cuna? Uf, que sueño... entonces un día lo pruebas y, ostras si mama casi sin enterarte y puedes seguir durmiendo. Y Carlos, no se ha despertado ni una sola vez, cree que el niño ha dormido del tirón, porque además yo me levanto taaaan descansada. Repetimos, lo cogemos por costumbre y además nos gusta, nos gusta despertarnos al lado de nuestro pequeño, de ver como duerme, de ver como se despierta, de oírle respirar a nuestro lado, de acariciarle o abrazarlo cuando tienes ganas. Ahora nos parece que toso el mundo debería practicarlo, o como mínimo tener la opción, porque nos cerrábamos en banda a algo tan natural como dormir con nuestro bebé, que ya no lo es tanto.
Otro ejemplo sería con elección de opciones, de que decida por si mismo. Por qué una persona no puede decidir si quieres comer más o menos dependiendo de las necesidades de su cuerpo en ese momento, independientemente de la edad que tenga. O si quiere ponerse bambas o botas de agua (aunque no llueva ni gota). O si quiere caminar descalzo para sentir el suelo, descargar la energía que tiene acumulada o simplemente porque le es más cómodo... en fin podríamos poner tantos y tantos ejemplos.
El caso es que yo no he sabido conectar con ese Poli malo que me tocaba ser y la verdad, es que estoy encantada por ello. Estoy encantada de seguir mi instinto, de poder actuar y sentir con toda naturalidad el respeto hacia mi hijo. Y, aunque reconozco que a veces ese poli malo sale de vete a saber dónde... a veces cuesta aprender las conductas aprendidas y aceptadas durante tantos años, se reconocer cuando pasa, e intento aprender también de mi misma, de nuestro hijo y de Carlos, que es mi gran compañero en esta aventura en la que a veces nos cuesta ponernos de acuerdo aunque éramos la pareja de policías perfecta.... o eso nos creíamos.

Gracias Martí por enseñarnos el camino y dejarnos compartirlo contigo.

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